miércoles, 29 de abril de 2015

Biografía de Augusto

Augusto J. César Octavius (63 a. de C. - 14 d. de C.), sobrino de Julio César, a la muerte de éste compartió por un tiempo el poder en calidad triunviro, con Marco Antonio y Lépido. Pero desembarazado de ambos, se hizo proclamar emperador —el primero de Roma— y realizó una inteligente política de consolidación y engrandecimiento de los vastos territorios imperiales.
 

Protector de las artes y de las letras, tuvo en gran estima la amistad de los poetas de su tiempo —Virgilio, Horacio y Ovidio— y en general dispensó su favor a todos los cultivadores de las bellas artes.
 

Conocida de todos sus súbditos esta inclinación, una vez, cuando entraba victorioso en Roma después de larga campaña, cierto artesano le presentó un cuervo al que había enseñado a decir: ¡Salve, César vencedor! Muy complacido, Augusto compró aquel cuervo por elevada suma.
 

Alentados por el éxito del artesano, otros ciudadanos se apresuraron a imitarle, y Augusto adquirió así, de buen grado, un loro y una urraca, igualmente amaestrados en parecidas lisonjas.
 

Por su parte, un pobre zapatero, a imitación de los otros, perseguía el mismo objeto con un papagayo. Pero el animal se resistía a aprender, y el zapatero, desalentado, gemía a cada paso: ¡He perdido mi tiempo y mi paciencia! Por fin, mal que bien, el animalejo aprendió a repetir la lisonja regia e incluso acertó a soltarla al paso del emperador. Pero éste, harto ya de tanto adulador, le dijo al zapatero:
 

— Lo siento, buen hombre, pero ya está bien...
 

Como si hubiese entendido el desaire del César, el papagayo dijo entonces claramente lo que tantas veces había oído repetir a su amaestrador:
 

— ¡He perdido mi tiempo y mi paciencia!
 

Augusto lanzó una sonora carcajada y pagó con excepcional esplendidez al zapatero la oportunidad del pájaro.

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La Paz, 29 de Abril del 2015

martes, 28 de abril de 2015

Biografia de Apeles

Aunque ninguna de sus obras ha llegado hasta nosotros, sus contemporáneos le tuvieron por el representante más ilustre de la pintura griega.
 

Apeles (siglo IV a. de C.), Natural de Efeso, fue llamado a la corte de Filipo de Macedonia, donde el hijo de éste, Alejandro Magno, le encomendó la ejecución de un retrato suyo montado a caballo. Alejandro, sin embargo, no quedó satisfecho de la obra; en cambio Bucéfalo, el caballo de Alejandro, relinchó de placer.
 

Es fama que dijo entonces Apeles al soberano:
 

— Aunque eres un gran rey, tu caballo entiende de pintura más que tú.
 

Apeles era un trabajador infatigable, cuya tenacidad inspiraría después el conocido proverbio latino Nulla dies sine linea.
 

En cierta ocasión, contemplando uno de sus cuadros, un zapatero ateniense hizo algunas objeciones a la forma de los zapatos que veía representados en el lienzo.
 

Apeles aceptó los consejos y dio las gracias al zapatero. Pero como éste, animado por el éxito, pretendió llevar más allá sus observaciones, el pintor le atajó con una frase que desde entonces iba a hacerse proverbial para reprender a los importunos:
 

"Zapatero, a tus zapatos".

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La Paz, 28 de Abril del 2015

Biografia de Anibal

Anibal Barca (247-183 a. C.), Hijo de Amílcar Barca, el fundador de Barcelona, general cartaginés, a quien su padre había hecho jurar odio eterno a los romanos, ensombrecería por un tiempo el poder hegemónico de Roma.
 

Llegado a España con su padre, a la muerte de éste sirvió a las órdenes de su cuñado Asdrúbal, y después, aclamado como general supremo del ejército cartaginés, destruyó Sagunto y resolvió llevar su ofensiva hasta el mismo corazón de Roma. Traspuso los Alpes, arrolló a los ejércitos romanos y cuando todo parecía propicio a la culminación de sus designios, inexplicablemente, detuvo el avance y se retiró a Capua.
 

Llamado por el Senado cartaginés para responder de sus acciones, regresó a África, donde el romano Escipión, en hábil acometida, acababa de destruir el ejército continental cartaginés. Entonces Aníbal presentó batalla en Zama, pero fue derrotado.
 

Acto seguido, temeroso de caer en poder de los romanos, buscó la protección de Prusias, rey de Bitinia, quien también temía por la seguridad de sus Estados. Aníbal, porfiadamente, le aconsejaba atacar. Pero Prusias dudaba. 

Por último, sometió la decisión al dictado de las vísceras de algunos animales sacrificados al efecto, y como el augurio resultase adverso, resolvió esperar. Aníbal, entonces, ingirió el veneno que había de matarle. Pero antes, proféticamente, le dijo a Prusias:
 

— Haces mal en fiar más en un trozo de carroña que en los consejos de un viejo general.
 

Y a poco, en efecto, los romanos arrasaron Bitinia.

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La Paz, 28 de Abril del 2015

Biografía de Amundsen

Entre la constelación de exploradores que arriesgaron su vida por arrancar a la Naturaleza sus secretos, pocos, tal vez ninguno, tan audaz y perseverante como este noruego insigne, nacido en Bjorne y desaparecido, cincuenta y seis años después, cuando pilotaba un hidroavión de rescate en busca del dirigible Italia, perdido en las regiones árticas.
 

Había acometido repetidas veces la conquista del Polo Norte, pero sería el Sur el que coronase su gloria el día 14 de septiembre de 1911, en pugna con el inglés Scott, que lo intentaba también.
 

Amundsen Roald (1872-1928) era un hombre sencillo, afable, que no gustaba en absoluto de presumir de sus triunfos. En cierta ocasión, sin embargo, hubo de satisfacer la curiosidad de cierta dama, interesadísima en conocer las impresiones del afamado explorador.
 

Amundsen, cortés, se extendió en toda clase de detalles, cuando he aquí que la señora, como remate del interrogatorio, rogó al explorador que le dijese cuál había sido el acontecimiento personal más singular que recordaba. Abrumado por la pregunta, Amundsen reflexionó un instante y al cabo dijo:
 

—Ah, sí, ahora recuerdo... Fue una vez que en una noche me creció la barba más de quince centímetros.
 

Visiblemente desconcertada, la dama replicó:
 

— ¡Cómo! Usted bromea, sin duda. ¿Quince centímetros en una sola noche? ¡Eso es imposible!
 

Y Amundsen, con tono divertido, contestó:
 

— Pues es cierto, créame. Claro que el hecho ocurrió en el Polo Norte, y allí, ya sabe, la noche dura seis meses.

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La Paz, 28 de Abril del 2015

lunes, 27 de abril de 2015

Biografia de Alfonso XIII

Alfonso XIII (1886-1941) fue hijo póstumo, pues nació varios meses después de la muerte de su padre. La reina Regente, doña María Cristina, le rodeó de excesivos cuidados, y sin duda a causa de ello el pequeño rey mostró, en su primera edad, ciertas reacciones curiosas en su comportamiento.

Cuando se le reprendía con severidad, es fama que gritaba maliciosamente: ¡Viva la república! Al paso de los años, sin embargo, maduró su carácter, adquirió cabal conciencia del papel que le estaba reservado y fue un monarca generoso y excelente patriota; su simpatía, mil veces demostrada, supo granjearle el afecto del pueblo.
 

En cierta ocasión, durante una cacería, se alejó incidentalmente del grupo de los acompañantes y decidió sentarse a la sombra de un árbol. Allí estaba aun cuando se le acercó un labriego.
 

— Dicen que anda cazando por aquí el rey. ¿Sabe usted si es verdad?

Él contestó:

— Pues sí, eso dicen.

El otro replicó:

— Si es así ya me gustaría conocerlo.

Entonces el interlocutor le invitó:

— Pues véngase conmigo. Cuando lleguemos a donde está, verá que todos se descubren menos él. Así sabrá quién es.
 

Se pusieron en camino, y cuando llegaron a donde se hallaba el resto de la partida, el campesino pudo ver, en efecto, que todos se descubrían.

— Bueno —le dijo entonces Alfonso XIII—. ¿Sabes ya quién es el rey?

— Pues hombre... —repuso socarrón el labrador—: o lo es usted o lo soy yo.
 

Pero esta campechanía de Alfonso XIII para con los humildes distaba de hacerse extensiva a los encumbrados. Con éstos, por el contrario, solía ser estricto y aun puntilloso.
 

Una vez, las princesas, aquejadas de gripe benigna, hubieron de guardar cama. La noticia, naturalmente, circuló por los pasillos de Palacio. Un grande de España, muy allegado a la Corte, acertó a cruzarse con el rey, y se creyó autorizado a preguntar:
 

— ¿Cómo están las niñas, majestad?
 

A lo que el monarca, con marcada rigidez y sin siquiera detenerse, contestó:
 

— Las princesas están bien. Gracias.

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La Paz, 27 de Abril del 2015

Biografia de Adenauer


Adenauer Konrad (1876-1967) nació en Colonia y desempeñó con singular eficacia el cargo de alcalde de aquella ciudad, hasta que en 1933, con el advenimiento de Hitler al poder, fue destituido.

Tras la derrota nazi, asumió de nuevo la alcaldía de la ciudad, y con posterioridad, elegido jefe del partido cristianodemócrata, pasó a ser por tres períodos consecutivos canciller del Estado y artífice máximo de la reconstrucción del país.

Adornada de enorme prestigio personal, su imagen de hombre austero, impenetrable y severísimo, le granjeó reputación de "viejo zorro" entre sus conciudadanos.

El hombre tenía un rostro plano, plagado de cicatrices —producto de un accidente automovilístico— y vestía siempre con extraordinaria sobriedad. De tal manera que cuando en cierta ocasión le visitó un comité de mujeres con el propósito de pedirle sus trajes viejos para un ropero de caridad, el canciller, sin excesiva cortesía, les contestó:

— Lo siento, señoras. Yo no tengo trajes viejos.

Ellas contestaron:

—¿Pues, qué hace con ellos?

Y él les dijo:

— Los llevo puestos.

Sus respuestas, para lo intranscendente, solían ser así de cortantes; y eso alzaba entre él y el interlocutor murallas de respeto. Así, otro día, después de una comida de caza —deporte al que era muy aficionado— uno de los comensales, deseoso de fumar, le preguntó respetuosamente si le molestaba que fumase. Adenauer se encogió de hombros y dijo:

— En realidad, no lo sé. Nunca ha fumado nadie delante de mí.

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La Paz, 27 de Abril del 2015

domingo, 26 de abril de 2015

Biografia de Addison

Siendo hombre de Estado y brillante latinista, Joseph Addison (1672-1719) es considerado como el precursor del moderno humorismo británico. Sus ensayos, llenos de agudeza, colorismo y fina ironía, retratan de modo magistral una época de su país.

La preocupación moralizante de Addison se mantuvo hasta los instantes finales de sus vida. Postrado ya en el lecho de muerte, hizo llamar a su yerno, lord Warwick, cuya conducta dejaba bastante que desear. 

Warwick se apresuró a acudir y aguardó a la cabecera del enfermo. Pero como este, debilitadísimo ya, apenas si podía hablar, Warwick, impaciente, le preguntó:

- ¿Me llamábais, señor? Aquí estoy, para lo que gustéis mandar.

Entonces Addison, con indecible esfuerzo, le tomó una mano y articuló dificultosamente:

- Sólo quiero mostraros con cuánta paz puede morir un cristiano. 

Y, sin más, expiró.

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La paz, 26 de Abril del 2015