Adenauer Konrad (1876-1967) nació en Colonia y desempeñó con singular eficacia el cargo de alcalde de aquella ciudad, hasta que en 1933, con el advenimiento de Hitler al poder, fue destituido.
Tras la derrota nazi, asumió de nuevo la alcaldía de la ciudad, y con posterioridad, elegido jefe del partido cristianodemócrata, pasó a ser por tres períodos consecutivos canciller del Estado y artífice máximo de la reconstrucción del país.
Adornada de enorme prestigio personal, su imagen de hombre austero, impenetrable y severísimo, le granjeó reputación de "viejo zorro" entre sus conciudadanos.
El hombre tenía un rostro plano, plagado de cicatrices —producto de un accidente automovilístico— y vestía siempre con extraordinaria sobriedad. De tal manera que cuando en cierta ocasión le visitó un comité de mujeres con el propósito de pedirle sus trajes viejos para un ropero de caridad, el canciller, sin excesiva cortesía, les contestó:
— Lo siento, señoras. Yo no tengo trajes viejos.
Ellas contestaron:
—¿Pues, qué hace con ellos?
Y él les dijo:
— Los llevo puestos.
Sus respuestas, para lo intranscendente, solían ser así de cortantes; y eso alzaba entre él y el interlocutor murallas de respeto. Así, otro día, después de una comida de caza —deporte al que era muy aficionado— uno de los comensales, deseoso de fumar, le preguntó respetuosamente si le molestaba que fumase. Adenauer se encogió de hombros y dijo:
— En realidad, no lo sé. Nunca ha fumado nadie delante de mí.
Publicado por: Ohslho
La Paz, 27 de Abril del 2015
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